Por Fernando Veytia
La pandemia de SARS, porque hay que decirlo es SARS 2, Covid-19 suena un poco menos rudo, como una enfermedad más moderna, este agente invisible y potencialmente mortal, ha dejado al descubierto el lado más obscuro del ser humano, El Utilitarismo!
Este nuevo mundo que hemos creado entre todos, durante los últimos 100 años, rinde culto a la juventud únicamente, pero una juventud de porcelana, de apariencia externa, -de cuerpos perfectos- y no de mentes brillantes y almas nobles.
Pareciera que la naturaleza, ó el asesino de la naturaleza, -no reconoce tampoco de almas y mentes. Este patógeno, si es desalmado!, el ó ella, porque no tiene sexo, mata a los cuerpos menos aptos, sin importarle que alma reside ó que sabiduría guarda la mente, -con la que decide acabar.
Pareciera que la naturaleza no tiene alma… sólo los humanos presumimos, ó asumimos que la tenemos, también invisible como el SARS, bueno… aún más invisible, a esta no se le ha podido ver, -bajo la lupa de la ciencia-.
Regresando al tema de los viejos, viejos sabios!, me veo en la necesidad de citar al Principito: Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos. Los viejos ven con el corazón!, los jóvenes me atrevo a afirmar, casi nunca han alcanzado este estatus supremo, estatus que debería de respetar, y venerar, esa esfera con picos que aterroriza al planeta entero.

Como todo asesino criminal, no distingue, no respeta… solo mata a sangre fría, el Covid-19 es utilitarista!; Ve únicamente por su propia conveniencia, -que es perpetuarse, adaptarse y sobrevivir a costa de lo que sea, inclusive de matar, de secuestrar el cuerpo de otro.
Los viejos sabios que ven con el corazón, que guardan los secretos de la vida, los secretos de lo que fue y de lo que será, ellos han sido abandonados hoy por la humanidad. La decadencia llegó al punto máximo!, en muchos hospitales del mundo -no reciben a mayores de 60 años-, reservaron los respiradores artificiales para los cuerpos más aptos, para los cuerpos más fuertes, para los jóvenes.
Al final, cuando la tormenta pase, cuando todo vuelva a la “normalidad”, los cuerpos más aptos habrán sobrevivido, y el patógeno se habrá llevado de este plano existencial -a cientos de miles de viejos-, de mentes brillantes, de almas nobles tal vez… La Pachamama, como llaman los indígenas de los Andes -a la Madre Tierra-, habrá mostrado sus negras intenciones, su temible selección natural, -sin alma.-
Muchos jóvenes y niños perderán el abrazo de un abuelo, la caricia de una abuela, ó peor aún, -de un padre no tan joven, ó no tan apto ante los ojos de la Pachamama, y de los “sistemas de salud”. Perderán el legado de sabiduría, el consejo de un Viejo Lobo de Mar.
Cuando la tomenta pase, la única manera de sanar el alma, será desterrar al utilitarismo en nuestra convivencia social, y en nuestras relaciones invisibles del alma. Será abrazarnos con amor, -que es la máxima expresión del alma-, será velar por el bien común, por todos y por todas.
Será, -Aprender como el Principito- a Ver con el Corazón, a Ver lo Esencial que es invisible para los ojos.
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